domingo, enero 14, 2007

Saliendo del pozo, como por un tubo

Recién llegadito estoy. Estuve el fin de semana en Puerto Viejo. Por vez primera repito lugar de fin de semana. La estrella fue la comida. Ricos pollos asados con salsa caribeña, con el correspondiente arroz con frijoles a la leche de coco. La playa estuvo bien, pero es época de vientos y las olas asesinas no dejan nadar sin asesinar. Fui con Richard, mi amigo canadiense al que todos le decimos "chino", básicamente porque es de familia filipina. Fuimos al mismo mega-hostel al que fui la otra vez: Rocking J´s se llama. Es grande y tiene mucho estilo. Azulejos de muchos colores por todos lados, pasto tipo inglés, pinturas y graffitis, una especie de mirador, mesas y bancos decoradas con fotos y cera y mucha gente joven y hermosa deambulando por ahí. Pero cuando llegamos, Richard me dijo que no le gustaba ni un pomo el Rocking J´s. No entiende nada el chino, pensé. Me explicó que en los lugares tan grandes, tan llenos y con gente tan perfecta, uno se termina sintiendo sólo. Un grande el chino con su sabiduría: me di cuenta que prefiero los lugares más chiquitos, hogareños y sin gente como uno que, claro está, es gente como uno.
Pasando el mediodía se terminó de nublar el cielo y, de paso, mi cabeza. Despacito despacito, como el rumor que empieza la calumnia, se van como aburriendo los musculitos de la frente. Como que me agarra de repente un sueño que para qué te cuento y se va el hambre, si es que tenía alguno por ahí. Si giro la cabeza, las ideas se quedan mirando adelante o, peor todavía, siguen de largo. Y así, como quien no quiere la cosa, cuando ni había llegado la hora del té y ya encima del micro de vuelta a San José, esa venita traicionera, ese tubo que lleva sin chistar hasta que chista, ese eslabón que se empeña en cortar la cadena día tras día, esa misma, sí, esa es la que empieza a doler. Duele que te duele, late que te late, como que se hace de plomo y le da de a puñetazos al ojo izquierdo. Así, como para que tenga. Y dale con la pastillita, sacrifico una vez más al cordero de mi naturaleza a un Hipócrates que parece insaciable. Pero eso sí, ergotamina en sangre mediante, se va, me voy, nos vamos, el dolor y yo. El para volver en breve. Y yo, hacia una siestita reparadora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No podrías haber hecho una mejor descripción del dolor de cabeza...pero bueno, la ergotamina, aunque a la larga traicionera, nos sabe sacar de esos momentos difíciles. Te está doliendo muy seguido la cabeza? Espero que cada vez menos. Tenía ganas de chatear con vos pero estás desconectado. Espero encontrarte pronto por el ciberespacio. Tu hermanita.