lunes, enero 01, 2007

Rodeo

Haciendo cuentas dicen que fue en lo del guacho de Guachipelín que mordió el mosquito vengativo. Sea como sea, la pasamos lindo por esos pagos. Porque el primer día no fue sólo agua y flan. No señor. Ese primer día había fiesta cívica en el cercano, diminuto y olvidado pueblo de Curubandé. Y fiesta cívica en Guanacaste se dice con la t de toro. ¡Fiesta se ha dicho! Las guailas empilchadas, los maes con su mejor sombrero, todos birrilla en mano y a prepararse que a las diez es el baile. Suena la banda de bronces brillantes y un tamborcito retumbador. Estamos todos como trepados a un círculo, ni chico ni gigantesco, hecho con un algo metálico medio tubular. Apenas si hay más allá una tribunita ad-hoc.
Y el locutor promete toros. Pasan los ratos y sólo escuchamos promesas y algún bálsamo hecho bronce. Hasta que de repente, el éxtasis: se abre la puerta y sale el primero de los toros. No me acuerdo el nombre, pero digamos que Rocinante. Jorobado, mucho cuerno, blancuzco y muy enojado. Salió don Rocinante con un sabanero entusiasmado sobre su lomo. El entusiasmo y el lomo le duraron poco al amigo. Rodaron Rocinante y jinete y sin duda salió mejor parado el vacuno. Y ahí empezó la locura. Rocinante empezó a dar vueltas, buscando un humano expiatorio. Se me hizo hielito la sangre, estructura tubular mediante y todo. Y los chiflados de Curubandé, todos unos pichones de sanferministas, que se le paran adelante y le hacen caritas. Hasta que de repente, como aburrido de tanta parafernalia, Rosinante decide encarar por la puerta de entrada y convertirla en salida. Así nos dejó, lo que se dice un rodeo interruptus.
Y siguieron 2 toros más, negro y marrón respectivamente. Pero entre cada uno mediaba una espera interminable...y a no olvidar que el hambre apremiaba. Enfilamos cuesta arriba, aunque dando más tumbos que a la ida. Será mi imaginación, pero este Suzuki está buscando roña. Y yo sin mi sombrero.

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