martes, enero 29, 2008

Ticosfóbicos

Que algún amigo tico me explique esta nota en rojo.

Haga patria, lleve la mochila al súper

not-a-plastic-bag400a072707 Los que me conocen saben que siempre que puedo rechazo la bolsita cuando compro algo. Se siente como un calorcito de estufa acá adentro cuando millones de moscas hacen lo que una viene predicando.

Hoy: Poema

Escribo, tecleo, recorto

Sobre ese círculo

Que en verdad son dos y tienen alma

Que se fruncen, pero hacia el centro

Que miran con ganas

Que hablan y hablan

Que tienen marco y no hace falta

 

Porque el blanco es tu blanco

Porque la bruma es tu bruma

Porque de repente sos

Porque nunca más iba a haber

Al menos no ayer

Porque hubo

Porque tal vez haya

 

Por saltar

Agradecer

Gruñir, comer y dejar comer

Por la infinidad entre tanta finitud

Por la profundidad de la superficie sincera

Por la música

Por ser música

Por eso

lunes, enero 28, 2008

Chiquito

viking-photos_5492 Todos los grupos humanos tienen algo de comedia. En nuestra casa de Freiburg está Bill. Canadiense, nieto de osos, barba, mirada de pirata bonachón, andar pesado sin culpas. Bill entró a la cocina el día que llegué. Con el iPod acaparando sus oídos, saludó a los azulejos con un buen día digno de barítono jubilado. Y se encerró en el baño. Y nos olvidamos que Bill existía. Y una hora después, salió Bill. Sí, con el iPod. Simpático Bill.

Otra mañana abrí la heladera con ganas de jugo. Ví uno de naranja y lo agarré de lo más motivado. Estaba un poco vacío. Desconfianza. Lo abrí y serví en un vaso. Para las desgracias un segundo es una eternidad. Salió un poquito de jugo y de repente, el horror: una baba inmunda y amarillenta, brillosa y con cara de gusano infernal saltó, pero quedó colgando del endemoniado tetra-brik. Me quedé mirando a la especie de crema pastelera repugnante como hipnotizado, envase en mano. No sabía que podía sentirse tanto asco junto. Cerré los ojos y de un sólo saltó tiré con bronca el maldito intento de jugo al tacho de residuos orgánicos. Porque sí, juro que esa cosa estaba viva. Me cuentan que cuando Bill se fue a Canadá para Navidad dejó la heladera regada de regalos sin dueño. El horror.

Y de repente desapareció Bill. Nadie sabía dónde estaba. Pasó una semana y un día volvió. Alguien le preguntó qué había hecho, dónde había estado. Estuve en el bosque, dijo Bill; durmiendo en la nieve, porque no quería ver gente. Carpa dijo que no le hizo falta. Y Bill volvió a clases, porque a Freiburg vino a estudiar. Y alguien estuvo con él en una clase de filosofía. Y vio a Bill apoyar la cabeza sobre el pupitre durante toda la clase. Y al otro día yo estaba lavando los platos. Bill pasó al lado mío y se metió en el baño. Salió y me dio una palmada pesada en el hombro. Me miró con una sonrisa sincera, me dio la mano y salió de la cocina tambaleando. Ahora estoy en el avión. Lo voy a extrañar.  O tal vez simplemente lo olvide.

viernes, enero 25, 2008

Puenteando

Estoy sobre un puente. Acostado. La vida es linda, así que nada de intenciones voladoras. Me pega en medio del ojo derecho un templado sol de invierno boreal. De fondo, mirando para el sector bucólico de la cuestión, hay de agujas de iglesias de pueblo, neblina, pinos y azules que quieren dejar de ser celestes. No sé explicarlo. Estoy sobre el puente. Es decir, las vigas. La gente pasa caminando o en bici. No sé si se entiende. No sé si entiendo. Es un puente. No es una pared.

jueves, enero 24, 2008

Quilomben

Estoy en Freiburg. Hace ya unos días. Esto es Alemania. No es Suiza ni Francia, pero estamos en el vecindario. Ciento por cien occidental, cristiano y civilizado. Reliquias y realidades del estado benefactor por donde se mire. Coeficientes de Gini por el piso y uno que puede andar bloggeando con su Mac a puro desparpajo en un parque. La gente anda en bici, de fondo hay bosques nevados, los panes son gigantes y con mucha costra. Esta es ciudad de estudiantes y no hay más preocupaciones que entregar un práctico, cocinar por unos euros, no olvidarse de renovar el pase de tren y enterarse quién va a la fiesta del viernes. Y entre los milagros del amigo Gini están las piletas públicas. No, no son las de Ezeiza que nos legó el mago José López. Las hay en cada pueblito, son cubiertas, tienen sus bonitos vestuarios y se llenan cada día del año. Así que decidí sentirme votante socialdemócrata por un rato y encaré rumbo a la Schwimmbad. Tres módicos euros y adentro. Ya cambiadito, encaré rumbo al natatorio. Imaginé hordas de blondos nadadores en perfecta armonía, surcando las aguas a velocidades inimaginables. Bueno, no. Lo que se dice una sopa de mariscos. Teutones gordotes que no entran en sus mallas andaban lo que se dice chapoteando en zigzag, meta charla en medio de lo que parecía un carril. Melenudas y melenudos compartían su desparpajo: ni una gorra en el horizonte. Esquivando nadadores erráticos llegué a completar un par de largos. Y concluí que el sargento retirado en algo tuvo razón: la Argentina Potencia está nomás a la vuelta de la esquina. 

domingo, enero 20, 2008

Gragea militante

Brevísimo acto de cybermilitancia cultural...

miércoles, enero 16, 2008

Como voy a volver...

A veces la gesta épica es menos divertida de lo que suena. Y sorprendentemente, a veces es plácida. Por fin logro concentración, paz. Después de casi un mes de corridas, saltos y volteretas, siento que recién acabo de frenar. Ni el baño turco, ni nadar, ni familia, ni yoga, ni siquiera acariciar perros. Estoy en un tren ni vacío ni lleno: digamos que agradablemente poblado. Estoy yendo de Stuttgart a Freiburg. Está muy nublado, apenas pasaditas las 10 de la mañana. Entra luz por la ventanota, tengo cable para la compu y me acabo de tomar un Tetralgin.

Tal vez esto empezó ayer, volviendo para poder arrancar. Estaba en casa de Fabian, un amigo de lo más austríaco. Lo conocí en mis cortas épocas de redactor serial de papers. Redactamos uno tiempo hace, lo aceptaron en una de las conferencias que florecen como hongos y el amigo pudo conocer las bondades de Floripa. Digamos para ser delicados que Fabian no es un tipo muy dado a las relaciones sociales. Al menos eso parece. La verdad es que para ser amigo no lo conozco ni un pomo. Pero amigo o no, pasé en su casa unos días. El viaje a Viena tuvo como objetivo conocer a Boris Gloger, la leyenda viviente de Scrum en Europa. Al menos es la impresión que da su secretaria. El tal Boris es amigo de Tobias. Y como los amigos de...mmm...no tanto. Me fui hasta la barrocamente romántica capital imperial caída en desgracia para que el tipo charlase conmigo durante unos 18 minutos. Casi siempre mirando sobre mi hombro y con la mente en otra cosa. Ni siquiera sé por qué lo quería conocer. Cosas que uno hace. Pero al final lo de amigo-de-amigo funcionó y su majestad me concedió ser su ayudante en un curso en Frankfurt. Fin de febrero. Me hice la histérica y le dije que lo iba a pensar. Se lo veía demasiado ensimismado en su caótico universo como para darse cuenta que no dije que sí. Como siempre, el tiempo decidirá.

Digresión aparte, y esta pausa literaria las merece y por docena, repienso la noche de ayer mientras pasamos por pueblitos, gmbhs, árboles sin hojas e iglesitas protestantes que poco tienen para vociferar. Me sentía culpable por doquier: por no haber producido mucho para Artinsoft, por haber viajada al pedo, por no estar disfrutando de Viena, por siempre tener planes épicos, por estar retrasado en el salvataje y conquista simultáneas del mundo, por no haber sentido culpa antes, por no estar nadando mucho, por no ser rubio, por no hablar mejor alemán, por no estar en Argentina, por no estar en Costa Rica, por no estar en las Maldivas...tu sabes. Y como buen contrafóbico, decidí huir avanzando. Corriendo más bien. Le dije al bueno de Fabian que ya era hora de que conozca la ópera de su ciudad natal y, que aunque Dios le de música de ensueño al que no tiene orejas, nunca es tarde para aburrirse escuchando violines temblar. Salimos prestos rumbo al subte y encaramos p'al centro. Pocos minutos y 30 euritos mediante, ya estaba en mi sillita, esperando sin tanta esperanza que el Cascanueces me reviva. Y en el momento pareció que no, pero ahora creo que un poco sí. Ballet de argumento sin gracia ni lógica, puesto esta vez con animaciones pedorras en 3D y villanos vestidos de ninjas transformistas alla-PowerRangers, la potencia de los muchachos de la orquesta y de unos bailarines con sangre importada de algún lugar apasionado me hicieron, lentamente, saltar. O digamos reptar.

Y acá estoy, ya casi en Karlsruhe. O la tranquilidad de Carlos, para los entendidos. Me encantan las tachaduras en mapas: el patoterismo geográfico, como tan poéticamente lo bautizó mi querido y, claro está, único cuñado. Y fue así que taché todo un país a fin del año que acaba de huir. Después de unos días en la todavía fresquita Buenos Aires querida y dos cortas y veraniegas jornadas en Miami oficiando de fotógrafo del galancito de Tommy Abramzón, llegué nomás a la eterna Barcelona. Reencuentro familiar, risas, abrazos, pan con tomate y a dormir en el intento de colchón que cubre casi todo mi nidito catalán. Y ni esperamos al alba para subirnos al coche de un taxista franquista y hablador. Y llegamos a Marruecos, que creo que se merece su propio post. Y volvimos a Barcelona. Diez días familiares, con grandes rebajas en grandes tiendas y viceversa. También hubo mariscos, melancolías, algunas caminatas y, claro está, trabajo. Entre semana y también fin de semana. Que workaholic se nace y se hace y todo eso junto. Sobre todo viniendo de un linaje inconformista asaz patricio. Debuté como redactor pago. En inglés, para vender y ayudar a usar. Y después de idas y vueltas, logré lustrar ese estilo de vendedor de autos usados que sólo Mandinga sabe de dónde lo saqué y sacar unos textos con el sellito de publicable (para verlos, ir al sitio de Aggiorno). Y así siguió el derrotero de derrotas donde no debió haber habido batalla. Y ya casi llego a Freiburg, a ningún lado, a donde empecé, al próximo destino, a escribir, a contar, a vomitar...de donde claro, nunca me fui.