
Tal vez sea un mejor relator de lo catastrófico. O simplemente de lo irritante. O quién te dice que no le doy mucha bola al resto de las sensaciones. El momento cumbre del día fue sobre la superficie: nos siguió un grupo de simpáticos delfines durante un buen rato mientras navegábamos entre buceos. Salta que te salta entre las olas. Y hasta una vez haciendo la mortal. Es evidente que hay bichos que nacieron para ser simpáticos.
Los buceos estuvieron muy buenos, sobre todo por la sensación en si. Vi algunos peces, pero en ese sentido fue un poquito decepcionante. En cuanto a bajar a doce metros y no morir, debo admitir que me enorgullece y mucho. Mañana hay dos buceos más. Me gusta bucear. Lástima que me marean los barcos. Eso sí, no tanto como a Walter, un camarada de inmersión, que decidió depositar toda la sandía que había desayunado sobre mi chaleco y el suyo. Por suerte los tiburones no son escatológicos.
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