miércoles, noviembre 08, 2006

Huancaina

El viernes me invitó a cenar Carlos junto a su amigo hondureño Iosi. Fuimos a un restaurante peruano en Escazú, el barrio yanki. La comida estuvo increible. Comí cachitos de ceviche, papa rellena con corvina, pulpo en alguna salsa y corvina con algo más. De tomar una bebida marrón que había probado una vez en Buenos Aires y no había gustado ni un poco. En los trekkings y en el extranjero uno disfruta el doble cualquier comida. O en casa la disfruto la mitad. Mejor me quedo con la opción primera.
Iosi y Carlos me contaron durante la cena sobre las maras. Parece ser que el gobierno yanki decidió, durante comienzos de los '80, largar de forma paulatina a unos cuantos presos de origen latino, siempre y cuando se fueran de nuevo a su pais de origen. Y fue asi como un ejército (literalmente) de muchachos violentos y seguramente malhablados invadió lentamente Guatemala, El Salvador y Honduras. Básicamente hay 2 maras: los de la 13 y los de la 18. Los números se refieren a las calles de Los Angeles por las que solían salir a pasear.
Resulta que hoy en día los integrantes de las maras reinan en esos tres paises. Si uno tiene un negocio, tiene que pagar una mensualidad en concepto de protección. Una chica que le guste a un integrante de una mara tiene dos opciones: o se une a la mara de su pretendiente o se une a la contra para que no la maten. Para poder ingresar a una de las maras hay que cumplir alguna prueba. La más común es matar a un policía.
Si uno anda paseando por la vereda y ve que en la dirección contraria viene un integrante de una mara, debería bajarse a la calle para dejarlo pasar. O dejar pasar una bala por su cráneo. Hora de posponer mi viaje a Guatemala.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Justamente, un gran escritor y periodista mexicano, cuyo nombre no puedo recordar, acaba de editar un libro sobre los maras y en México tuvo mucha y muy buena repercusión