lunes, febrero 12, 2007

Azul, azul y azul

Cuatro y media me desperté. Domingo con objetivo claro: sumergirse a más no poder. Cinco y media estaba saliendo la combi rumbo a Playa Herradura, cerca de Jacó. En el camino pasé por mi ya clásico momento de odio y desprecio generalizado a todo el que me rodea. Lo bueno es que, cuando me doy cuenta, me susurro al oído que no debe ser para tanto, que tan pero tan mala gente no debe ser esta y así, mal que mal, paso el rato sin acuchillar a ningún vecino. Y eso que estábamos de lo más apretujados en esa buseta liliputense.
Llegamos a Playa Herradura y nos recibe Nicola, un italiano que, como suele pasar, tiene mucha pinta de argentino. Nicola es simpático pero, como manda mi instinto, lo odio apenas lo conozco. Con el correr del día aprendí a quererlo. Lo que se dice cuesta arriba.
La primer inmersión fue rara. Era la primera vez que buceaba "recreativamente". Todas las anteriores habían sido durante el curso. El libre albedrío es la condena del esclavo del rigor. Nirviudo y sin saber qué hacer, me la pasé peleándome con mi mascarita. Apenas si tuve tiempo de sentir que flotaba en el éter. Pero la segunda fue otra cosa. Más confiado, con más pececito en el vecindario, subí, bajé y respiré de lo lindo y qué lindo que se hace todo eso ahí abajo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

satisfactorios resultados brinda el descubrir la autoestima, que a su vez da el beneficio de estar bien con los demas y con lo que te rodea.