sábado, noviembre 17, 2007

Historia de dos duelos

Anoche volví del trabajo agotado, pero feliz porque sabía qué comprarle a Horacio para la cena: alpiste fresquito y rejuvenecedor. Abrí la puerta y me extrañó no escuchar el aleteo frenético de mi mascota. Entré a la pieza y nada: ruido a soledad y no mucho más. "Pajaro que come, vuela", pensé y sonreí visualizando a la criaturita contándole a sus amigos del árbol que lo vio nacer lo duros e infranqueables que son esos cielos blancos que hay en el más allá. Murmuré un "Horacio, Horacio", con la esperanza de que el bichito haya estado dormido. Se fue nomás y dejó como estela una intensa relación amo-mascota. Apareció Florent y le pregunté si no había visto un pajarito. Me dijo que hacía rato que no veía el paraguas. Confirmé que su déficit lingüístico nos separa y mucho.
Esta mañana amanecí con ansias de renacimiento y me puse a limpiar platos y cocina. Hice yoga. Recogí basura y un poco barrí. Limpié el inodoro y me pegué una ducha. Y fui a cerrar la bolsa de basura. Y vi un triangulito negro en el piso. Y me estremecí. Y descubrí el resto del triangulito y lo vi a Horacio. Sus ojos abiertos y una patita aplastada. Contuve la respiración, lo tomé en mis manos y lo metí en la bolsa que acababa de cerrar. Y lloré. Lloré por perder a Horacio, otra vez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

pero... pero... cómo murió??..

Alan dijo...

Será por siempre un misterio...

JUANAN URKIJO dijo...

Siento que sucediera así. Yo nunca he tenido una mascota, más allá de algún pollito que comprábamos de pequeños y teníamos en casa hasta que crecía y lo llevábamos al caserío de mi abuela, sin querer nunca saber cuándo ni cómo acabaría. Pero perder a quien a diario te acompaña, aunque sólo sea con su mera presencia, tiene que ser como para sentir desconsuelo... y llorar.
Que se te pase pronto.
Saludos.

Anónimo dijo...

yo escuché de animales que, pudorosos, se alejan para morir. En ese caso, te eligió como discreto compañero que respetaría su decisión.