miércoles, junio 11, 2008

Errando

A ver. Es inevitable: este blog pierde sentido si vivo donde vive la mayoría de los lectores. Creo. Pero bueh. Sigo. Porque sobre todo el blog es para mí. Hoy soñé que volvía al analista. El tipo vivía en una especie de penthouse todo lujoso. La sesión duraba dos minutos y casi no me daba bola. Llegaba la esposa, me quería cobrar y yo le decía que sólo tenía euros. Ambos me miraban con cara de circunstancia y me decían que no, que con euros se les complicaba pagar después sus clases de canto. Que yo era muy distraído y que me esperaban mientras bajaba al cajero. Ah, y que la sesión había aumentado: 220 pesos ahora. Sí, como el voltaje. Y de repente entró el hijo de mi analista, muy canchero él, y dijo no sé qué de su casa en Londres. Yo me sentí tan chick como pelotudo.


La cosa es que anduve buscando inmueble. Que compro, que alquilo, que permuto. Conocí lo justo y necesario a la infausta fauna inmobiliaria. Bibiana, Clotilde, Patricia, Axel. No se salva ni uno. Y al final alquilé. Al bueno del señor Segovia. Para eso tuve que ir a una escribanía a firmar el contrato. Nadie me saca de la cabeza que la secretaría del escribano es antisemita. Me recibió con cara de orto, me miró con cara de orto cuando le pedí un vaso con agua (que nunca me dio), me dijo con cara de orto que eso no era un fotocopiadora cuando le dije que no tenía hecha la fotocopia del DNI, dijo con cara de orto "ah, creí que ya lo habían leído" cuando Padre y yo decidimos releer el contrato antes de firmar y después se puso a charlar a viva voz con el señor Segovia sobre qué barbaridad esto del campo. Cuando le dije a Patricia que no me gustaba que el señor Segovia se haya negado a la fantástica cláusula anti-inflancionaria que había propuesto Padre, ella contestó dulcemente: "pero es lo único con lo que no está de acuerdo". Claro, era lo único que le había pedido. Y agregó: "no te preocupes, son buena gente...son del interior".


Ahora ya estoy en el nuevo departamento. Es sobre Dorrego, que es mucho más progre que Lavalle. Y comienza la etapa de autocrítica feroz. A pesar de estar en un piso 15 se escuchan los bocinazos, las ambulancias, los arranques y las frenadas. Y un ruido medio voraz, que puede ser de tren o de avión. La ciudad te envuelve con su manto medio marroncito, medio azul, pero siempre atronador. Y hablando de tronar el escarmiento, el otro día me hice la lesión más imbécil que recuerde: quise patear un penal con toda la furia y apenás si rocé la pelota. Me hice mierda la pierna y me gané un buen coro de carcajadas. Qué lo parió, voy a tener que poner música. Hay alarmas, ambulancias, ascensores. Un día de estos me mudo al campo. Y ahí sí que truena el escarmiento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cua´ntos cambios! que bueno

Unknown dijo...

Venite para Costa Rica! acá no hay tanto quilombo jeje :P