
Casi todas las mañanas desayuno con él en el jardín. Y está claro que me quiere por lo que soy y no por mis cereales con leche. Se acuesta apoyándose sobre mi espalda y duerme una siestita hasta que me levanto. Otras cuantas mañanas hago yoga en el jardín y Fidelito muerde, como en la foto, la toalla sobre la que hago postura tras postura. Y hay más: esta semana Jochi, el dueño del hostel, está de viaje. ¿Y a quién eligió como tutor o encargado del dulce can? Su servidor, por supus. El lunes fue nuestra primer noche juntos: difícil, debo admitirlo. Unas dos horitas para lograr que deje de llorar cuando cerraba la puerta del cuarto y se decidiese a cerrar los ojitos. No hubo más remedio que dormir abrazaditos, juntito lo do juntito. Ayer la cosa fue más directa: media horita y lo tenía dormido. El objetivo hoy es bajar los 15'. Pero con esa mirada, no hay quien le pierda la paciencia.
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