miércoles, agosto 26, 2009

Tonos

Hoy y antes también. Aire calentito, no tan frío. Garganta minúscula, panza revuelta, ojos ceñidos. Voces, siempre las voces. Peor si son masculinas. Piden, demandan. Incisivas, casi violentas. Ansiosas, caprichosas, impredeciblemente rigurosas. Y las miradas. Penetrantes. De odio, aunque casi nunca. Cada tanto tristes, melancólicas. Fijas y de pupilas diminutas y acusadoras. Y la medicina, siempre la medicina. Cual escudero minusválido y maloliente. Fácil, adictiva, novedosa. Y el calor, que transpira, ahoga, encierra. Y el encierro, siempre el encierro.


Y a veces el salto, la velocidad. Los sufijos que magnifican y el mundo que se hace frenético y sobre todo diminuto. Y los ojos y la voces, como por la ventanilla, ni se escuchan ni se distinguen. Son murmullo y por ende tolerables. Dan risa, carcajadas. La charla es texto y el entusiasmo hace el resto. Pero el efecto se va perdiendo y las palabras comienzan a tomar cuerpo y volumen. Y solo queda acelerar, si es posible sin chocar.
Ese mundo es inestable, falto de equilibrio por definición. Las curvas son sin freno y el triunfo perenne. Atacan por doquier, los amigos son sombras asesinas y el padre y sus miedos una compañía dudosa. Los otros. Son mejores y ahora qué. Se acaba el combustible, tengo sueño y la carrera terminó pero el campeonato sigue.


Y ahora la creación. Será, existirá. Pasto. Cansancio a la mañana, pero tal vez yoga. O tal vez no. Puteadas por tener que levantarme. Fuerza, no necesariamente titánica. Voy, agarro el bolsito y rumbo al avión. Y llego y al hotel. Sin mucha vuelta. Lindo lugar. Creo que ya estuve. Y al salón. Buenos días, buenos días. Y hablo, lo menos serio posible. Nervioso, claro. Y escucho risitas, pero no tantas. Y miro alrededor y hay miradas serias, relajadas y enojadas. Y cada uno de esos seres es un mundo y a mi qué. Y tal vez sea eso.


Estoy perdido. Tengo miedo. Quiero llorar.

miércoles, agosto 19, 2009

Es él


Algo hay que decir. Sobre su córnea o su forma de bailar. Muta, muta, muta. Hasta que es obvio que va a mutar. Es obvio que no va a ser obvio. Y de vuelta la niebla. Y al refugio blancuzco, casi gris. Mirada torva. O mejor aún, vidriada. O vacía, o tal vez hoy sea de esperanza. Nadie sabe y esa sorpresa ya es medio y mensaje.


El juego dura mientras haya variables. Y las variables se inventan, se unen, se separan, se categorizan, se invierten, se niegan y se pueden cantar a capella. Y el juego sobrevive porque permite sobrevivir. Salirse de la niebla, aún a riesgo de convertirse en niebla. El juego es todo. Será primero, será único o será que eso es ser. Y a veces la opción es no ser. Tal vez para ganar en soledad. Para que la sorpresa sea náusea. Y la náusea sorpresa.


El malestar es, por definición, inasible. Sea físico, sea espiritual. Si lo agarran, se escurre. Es el juego, idiota. El juego al que siempre se gana. O al que al menos nunca se pierde, porque simplemente se lo cambia por otro.

martes, agosto 18, 2009

Se apaga, se enciende, se apaga

Como si nada pasara. Es bueno, malo, estéril, confuso, novedoso, tranquilo, rebelde y nocturno. Solitario. Con ganas de hacer, pero otro día. Planes, tal vez. Serán pastillas, serán cambios, será.

miércoles, agosto 12, 2009

Comunica, que no es poco


Recién llego al edificio y me recibe Néstor con un simple y cálido buen día. Néstor es de seguridad y se aprendió mi nombre en seguida. Me mira a los ojos cuando me habla, sonríe apenitas y edifica, piedrita a piedrita, un vínculo. Me pregunta cómo ando. Bien, bien, Néstor. Y de repente considero la idea de salirme por un instante de mi gruta ermitaña. Y susurro un "¿y vos, Néstor?" por una hendija maloliente y de lo más gélida.


El otro día estaba en la puerta de un edificio. Un edificio que está al lado de una escuela. Padres esperando niños y niños esperando niños. Y, entre jugueteos y trotecitos, una nena de unos ocho años se frena delante mío, me mira y sonríe. Yo me debato. Intento y encuentro mucho músculo entumecido. Y anatematizo. Y la nena se da vuelta, menos triste que aburrida. Y se va.


No creo que sea el terror a la desnudez. Ni el latente desamparo. Ni siquiera la pasión wagneriana por la épica nórdica. Alguien de barba y sin anteojos dijo una vez que era pura exaltación e incluso gloria. Y sin embargo el mise en scène no es más que un subrayado. Que no queden dudas. Que a nadie se le ocurra siquiera reconsiderar su juicio. Ni él, ni ella, ni aquellos de más allá. No, no y no. No me pidan. No me pido. No se puede. Las palabras no bastan, pienso yo. Y actúo. En consecuencia. Ilumino, escribo, visto y dirijo. Aterrorizo. Evito sorpresas. Descanso. En la gruta. Sano. Salvo. Solo. Por fin.

viernes, agosto 07, 2009

Calipso


De lo concreto se abstrae. Claro. Pero lo concreto, lo real, lo actual, la parte, el objeto, el aroma, la brisa, el susurro, la remera tirada y el vaso sucio siguen ahí mientras la abstracción y el plan toman forma en el éter. Rechazo el nimio hoy y fugo hacia la búsqueda del patrón. Elevo, porque en la superficie huele feo. Huele a sudor y cotidianidad
Una vez, creo que en tercer grado, levanté la mano y respondí una pregunta. O tal vez era quinto. Creo que era algo de historia. La cosa es que Martín Efron se levantó y, ofuscado, dijo que yo siempre buscaba una forma difícil de decir las cosas. Me le enojé y negué rotundamente. Y por adentro un nene todavía más chiquito se reía, un poquito de vergüenza y otro tanto de puro sabiondo, petulante y picarón.


Ya nadie remolca mi frágil barca, que no es ni esquife ni galeón. Y ahora me emborracho de tan sólo timonear. Me emborracho para no recordar. Recordar que hoy es hoy y debo comer. Y que para comer debo pescar. Y que para pescar debo sudar y perseverar y ver almuerzos que nunca almorzaré pasar. Y descamar y oler y fritar. Y prefiero soñar. Planear. Por los cielos. Desde los cielos.


Concretizar es morir un poco. Es sucumbir a las demoníacas asperezas de este asfalto que no deja de frenar. Y sin embargo plasmo, pero sólo con la fineza y el horror del asesino que se sabe hiel. Generalizo porque duele la heterogeneidad. Porque si vale para uno, vale para N. Porque si no debo detenerme a escuchar, repensar, frenar. Y no hay tiempo que perder. Porque el camino hacia la fama es largo y empinado. Y tengo una ganas de echarme a dormir...