domingo, abril 15, 2007

Pura vida

Hace miles de años, en Diciembre pasado, estuve en Rincón de la Vieja. Hice muchas cosas, pero me quedé con las ganas de subir caminando al volcán. Y fue así como un día, en medio de una amistosa charla de temática turístico-aventurera con Iriana, una recepcionista del hostel, traje el tema del volcán de la viejita. "Suena bien! Podríamos ir juntos! Le voy a decir a Sebas". Sebas, un personaje entrañable aunque algo ausente, es el novio de la susodicha. Bien. Un par de semanas o días después, poco importa, Iriana me dice que la idea es un éxito: se suman al plan su hermana y sus padres. Parece que viene uno de sus perros y todo. Sonrisas de oreja a oreja mediante, decidimos que el viaje se lleve a cabo el fin de semana antes de Semana Santa. Fue bastante previsor, considerando que estábamos a mediados de Marzo. Pero turista previsor vale por dos.
La cosa es que llegó la semana previa a la semana previa al fin de semana previo a Semana Santa. Iriana me dice: "No me aguanto para que llegue el viaje. Están todos con muchísimas ganas de ir". Nunca viene demás un poco de motivación. Y llegó la semana previa al fin de semana previo a Semana Santa. Creo que era martes o miércoles. Y digo: "Ya falta poco, eh". "Ay, Alan, no sé qué hacer. Es que es el cumpleaños de mi abuelito y todos quieren ir menos yo.". "Por el viaje no te preocupes, podemos posponerlo". Armé planes alternativos, me lamenté por la suspensión y encaré hacia alguna playa cuyo nombre por suerte olvidé. Miramos el calendario. Ese fin de semana no. El otro tampoco. Ese menos. Y quedamos nomás para este que está terminando. Al pelo. Al menos eso parecía.
Escuché menos entusiasmo durante la semana. Serán los biorritmos. Y llegó el viernes. El plan era irse el sábado muy temprano, hacer la subida ese mismo día, dormir en un hotel ahí cerca, andar en bici el domingo y volver a San José hechos unas almas satisfechas. Viernes a la mañana. A Iriana la veo justo antes de irme al trabajo. Como a la pasada digo: "¿Ya casi, eh?". Toda seria, apenas si me mira y lanza: "No se puede ir, no hay transporte". "¿El qué? ¿Cómo?". Mi ideas se apelmazaron y no logré verbalizar lo que me estaba molestando: "¿Así como si nada, un día antes y solamente porque yo pregunto me decís que el viaje se cancela?". Parte de mi indignación nació de su cara de nada, casi como extrañada que yo no lo sabía. Bien. Pregunto qué pasa. "Mis papás no pueden ir". Ajá. Bien. Me dice que Sebas tiene una pick-up, pero ahí sólo entran 2 personas. Diminuta la pick-up. Me voy al trabajo, pensando alternativas. Sumo dos más dos y se me ocurre que podemos ir en bus. Claro, había que salir el viernes a la tarde. Esa misma tarde. El segundo nombre de mi tío abuelo por parte de alguna prima es peligro.
Chateo con Iriana, comentándole mi genial idea. No se aburra lector, que ya viene lo bueno. Me dice que buenísimo, que yo me vaya en bus. Cuak. Ah, pensé que no había transporte. Parece que ella se va con el Sebas en la pick-up personal. Tratando de entender mejor el tema del milagro automotriz, pregunto si yo no entro en la pick-up. Ah, parece que no porque va la hermana y tres ya van apretados. Pregunto si puedo ir en la parte de atrás. Parece que no. En fin. Llamo por teléfono a Iriana. Le digo que me voy a tomar el bus de las 6 de la tarde. O sea que esa noche duermo en Liberia, que es la ciudad más cercana al volcán. Le pregunto si me pueden llevar en la pick-up hasta el volcán. "Claro, no hay problema, total es cerca". Lector, no olvide esa frase. "Entonces hablamos mañana. Les digo dónde estoy y ustedes me pasan a buscar por el hotel o los espero en la ruta.". "Claro". Recuerden, dijo "claro". Yo algo que tengo es buena memoria. Bien. Me voy un rato antes del trabajo, llego corriendo al hostel, armo la valija, me tomo un taxi, llego diez minutos antes de las seis y...se fue. Demonios, según me dijeron era el último. Caramba, parece que los viernes hay uno a las siete. Compro el boleto, me duermo una siestita en la bellísima terminal y me monto al bólido una hora después.
Calor, embotellamientos, olor a chivo. Por suerte cierro los ojos y pasadas las once y pico de la noche llego a Liberia. Me encamino hasta un hotelucho de mala muerte que encontré en la guía. En la guía dice que está a 100 metros de la Gobernación. Pregunto a un transeunte para dónde queda la Gobernación. Me pregunta si la vieja o la nueva. Le agradezco y sigo caminando derecho. Llegué al hotelucho. Me muestran la habitación. Tal vez sea la habitación más sencilla en la que haya dormido en mi vida. Pero el dejo telúrico me entusiasma y además tiene ventilador, qué joder. Muerto de sed, le pregunto al posadero dónde puedo comprarme un agua. "En la esquina" y señala. Sigo al dedo, llego a la esquina y no encuentro más que persianas bajas. Vuelvo derrotado y repregunto. "En la esquina, a 300 metros".
Ya bebido, me duermo. Me pongo la alarma. El sábado a las 7 pienso llamar a Iriana. Su plan era salir de San José a las 4, lo que me da un buen colchón. Me levanto a las 7 en punto, marco y nadie contesta. "No tendrá señal", pienso. Llamo de nuevo y media. Y a las 8. Y a las y media. Y a las 9. Y a las y media. Y a las 10. Llamo al hostel. No, no me dejó ningún mensaje. Se habrá quedado dormida. Qué raro. Y media tampoco. A las 11 ya estoy entre enojado y muy despistado. No se me ocurren hipótesis más o menos factibles. Ya es hora del check-out. Dejo la habitación, no sin antes preguntar el número del hotel al que íbamos a ir cerca del volcán. Para preguntar por el bus que va de Liberia hasta allá. Averiguo y el próximo sale 12:45. No pierdo nada, pienso, y pregunto si Iriana y Sebas por casualidad hicieron check-in. "Sí, pero ya están en el parque". Ahora sí estoy enojado. Bien. Camino el kilómetro que me separa de la terminal, leo un diario muy aburrido, veo pasar mucha gente, espero la hora y media que me separa del bus y me encamino rumbo a la aventura. Tarde, sólo, pero seguro.
Llego al hotel. Pregunto por la habitación de Iriana y Sebas. Me dicen que no hizo check-in. Suspiro y vuelvo al estado de confusión. Me dicen que hasta las dos no puedo entrar a la habitación. Almuerzo por módicos doce dólares, vuelvo a la recepción y me dicen que resulta que sí, que Iriana y Sebas ya habían hecho check-in nomás. Pura vida. Y me dan la llave. Entre incómodo y confundido, entro a la habitación. Ni un sólo rastro humano. Ni una mochila, ni un desodorante. Nada. No me decidía entre estar o no avergonzado de invadir un cuarto ajena. Al fin y al cabo se suponía que yo era parte de todo este tour. Me acuesto. Como risitos de oro, dudo entre la cama grande y la pequeña. Me acuesto en la grande, pero tratando de no arrugarla. Cierro los ojos y reflexiono. Estoy en una triple. Iriana y el Sebas son dos. Con la hermana tres. Conmigo cuatro. Cuak. Vuelve la furia y decido dormir una siesta paliativa.
Unas dos horas más tarde me levanto. Ahora lo que trepa por mi esófago es angustia. Me siento como cuando mamá llegaba media hora tarde a buscarme al jardín. Seducido y abandonado. Mi analista aparece en una nubecita encima de mi cabeza fresca y susurra maliciosamente que "por algo será". Ya anochece. Las seis. Miro la puerta como un idiota. Leo un capítulo de Madame Bovary. Me voy a la pileta a escuchar marimba. Un par de franceses tomando piña colada. Las siete. Ya casi las ocho. Arreglo en recepción para ir solo al volcán al día siguiente. Me pregunto si no habrán caído al cráter. Ceno por otros módicos doce verdes billetes. Me da cosa meterme en la cama. Qué demonios. Son las nueve y esta gente ya no viene. Tal vez sea como en el club de la pelea y son sólo producto de mi imaginación. Averiguo y me confirman que no tengo que pagar por una triple si duermo solito. Bien. Un poco más de Flaubert y a platicar con Morfeo.
Domingo por la mañana. A concentrarse en la subida al volcán, que después de todo es lo que nos tiene aquí reunidos. O más bien, separados. Estoy comiendo mi plato de frutas, arroz y frijoles y de repente...zas. Veo a Iriana y a Sebas comiendo. Desayunando. A dos mesas de la mía. Pestañeo. No es una visión. Me agarran náuseas. Me levanto y me acerco a su mesa. Y acá la cosa se pone realmente buena.
Ninguno de los dos me mira. Tal vez yo sea producto de su imaginación y decidieron que me desvanezca. Falto de inspiración digo: "hola". Iriana, sin sacar la mirada de su tostada me responde con "hola" digno del Atacama. "¿Cómo estás?". Sigue sin apartar sus ojos de su tostada. Me asumo en el papel de asesino serial. "Mal", respondo. Frunce un poco su labio superior. Me mira, como de reojo. "No pudimos dormir juntos porque no vino mi hermana". O dijo que sí vino. Ninguna de las dos posibles frases me cierra. Atontado atino a responder: "No es eso...ayer estuve esperándolos todo el día". Y miro de reojo a Sebas. Tiene una gorra con la visera hacia atrás. Apenas si despega la mirada de su café con leche. Hora de untar la tostada. "¿A qué hora llegaste?". Mi sangre se acerca al punto de ebullición. "A las dos, pero porque los estuve llamando desde que me desperté, a las 7". Iriana levanta sus cejas, como sorprendida. "Es lo que quedamos. Que me pasaban a buscar. Que hablábamos.". "No...vos dijiste que te ibas a Liberia y qué sé yo.". Siento la necesidad concreta de degollarla. Me mira. Casi como ofendida, lanza: "Vas a tener que subir solo al cráter, porque nosotros fuimos ayer". Comienzo a sentirme identificado con Alex y sus drugos. "Pero...pero...la idea de todo esto era subir juntos. Si no, cuando tuviste ese cumpleaños, me habría venido solo". Ahora frunce seño, como no entendiendo a qué cumpleaños me refiero. Que termine esta agonía de una vez. Vuelve a untar su tostada. El exceso de flema me atraganta. Ni sé si creo en su existencia, pero invoco su nombre. "Dios". Y me doy vuelta con el rostro desencajado. Vuelvo a mi mesa. Me termino el jugo de un trago. Casi ni mastico el cacho de ananá que tenía en el plato. Me levanto. Y me voy. Nunca me sentí tan gratuitamente despreciado. Pura vida.

lunes, abril 09, 2007

Chauvinista y sin ti

Una amiga tica me acusó de tener un blog ticofóbico. Me negué con vehemencia, pero insistió con vanos argumentos. Que sea, pues, la voz del pueblo la que se expida.

domingo, abril 08, 2007

Ni Washington ni Tabaré

Algunos nombres que suelen usar los ticos:
  • Randall
  • Wendel
  • Olman
  • Xiomara
  • Kevin
  • Johny
  • Warren
  • Orlando
  • Dauly
  • Jafet
  • Wilfredo
  • Hendel
  • Yorleny
  • Marjorie
  • Albino
  • Narciso
  • Heyner
  • Usnavy
  • Usarmy
  • Yenory
  • Froylan
  • Yilena
  • Dorellis
  • Mayi
  • Deyanira
  • Damaris