viernes, agosto 15, 2008

Vueltas

Estaba por comprar la chancha y la máquina de hacer chorizos. Y no me hicieron descuento, así que patalié y me juí. Me acaban de nombrar Certified Scrum Trainer. O sea...eso. Me quiero distraer. Todo es medio raro. El mundo gira. Estoy en Costa Rica. Llueve. Es el día de la madre. Es feriado. Sigo lesionado en la pierna. Quiero un kinesiólogo. Hoy. Dos kinesiólogos. Y dormir. O no dormir. Saltar un poco. Ver una peli. Dormir. Hacer yoga. Viajar. Quedarme. Estar en la playa. O no. No tengo hambre. Bah. Un cacho. Llueve. Me voy al cine. Tal vez. Me duele la pierna. Creo que en inglés.

miércoles, agosto 13, 2008

Garúa

Calma

chicha y turquesa

calma

ahí afuera

parece haber calma


Será que parto

de nuevo

y hacia adelante

y con grietas


Será

tal vez

tiempo de brisas

o algo peor

o simplemente

algo mejor



martes, agosto 12, 2008

Se va la tercera

Y me perdí otro avión nomás. Esta fue de lo más estándar: llegué hora cuarenta y cinco antes del vuelo y la canadiense, entre ofuscada y correcta, me dijo que el vuelo se cierra dos horas antes. O sea, cuatro treinta de la mañana. Mañana será otro día. Como bono extra, hoy pierdo el pasaje que tenía a Buenos Aires. Dependiendo del sistema educativo que se tome como parámetro, se puede decir que estoy llevando mis andanzas aeronáuticas a niveles intercontinentales.



lunes, agosto 11, 2008

A veces

A veces

Pero solamente a veces

Aparece un alguien

Un otro

Un tal vez

Lo creo mezquino

Lo creo egoista

Lo entiendo

Pero me sorprende

En su mediocridad


Por favor

Tu vida es triste

Pero siquiera me entristece

Tu gris

No me decolora

Tu egoismo

Me deprime

Tu media vida

Te hunde

Y me deja a flote


Hoy

Y mañana

Flotando

Flotando

Flotando

sábado, agosto 09, 2008

Retenciones

La retención anal puede que se ponga fiera si se aplica en masa. Estoy por tomar un tren, en Canadá. Cuando compro el pasaje me dicen que trate de llegar unos 50 minutos antes. Como mucho 20. Resulta que en los trenes acá hay embarque. O sea, todos los pasajeros tienen que pasar por una puertita y que les controlen el pasaje antes de llegar al andén. Ese control recién se hace 20 minutos antes de que salga el tren. Para tener un buen asiento, la gente hace cola delante de esa puertita. Llegan media hora antes. Hacen cola en un pasillo. Se abre el embarque. Todos los pasajeros de un solo tren tienen que pasar por una sola puertita y subir por una única escalera mecánica. Pero la cosa se pone mejor. Cuando se llega al andén, un guarda te pregunta cuál es tu destino. Y te dice a qué vagón ir. Eso demora como mínimo unos 10 segundos, que hacen que el tipo justo atrás tuyo se demore unos 12 segundos. Y así. No hay caso, a veces dejar que fluya no sólo es más barato.



sábado, agosto 02, 2008

El eterno retorno

Será que mi vida es más interesante cuando viajo. O que tiene el tipo de interés que está bueno volcar en letras. O que la gente que conozco conoce Buenos Aires, sus penas, sus miserias y sus jolgorios, así que poca novedad hay en es- y describirlas. Estoy en Toronto. Mi primera vez en Canadá. El viaje viene bien, normal, logístico, aunque con ese ligerísimo condimento que le dan los inconvenientes misceláneos.


Empiezo, subo al avión, Página/12 en mano. Me siento, ya casi arranca y parece que el milagro se consuma: se queda libre el asiento de al lado. No termino de alabar al Señor, que aparece un fulano que se sienta, ni saluda y se enchufa a su iPod. Dicen por altoparlantes y por el video que veo que está viendo que hay que apagar los aparatos electrónicos. Sigue escuchando. Con agria dulzura le digo "creo que lo tenés que apagar". Sin variar su cara de ojete, lo apaga. Y nos dieron las diez y las once, vino la comida y me apolillé.


Y de repente, siento una mano en el bolsillo. ¡Canejo! Veo y efectivamente tenía la mano del sujeto sobre mi muslo. Pero el sujeto estaba dormido. O se hacía. La corrí con una buena dosis de brusquedad. Y seguí durmiendo. Y al rato...¡zas! Me despierto y veo la pierna del indómito vecino toda cruzada. Yo, inconsciente y a la defensiva, estaba acurrucado sobre la ventanilla. Le di de nuevo un buen empellón y nada. Otro golpe. Otro. Ya basta, flaco. Le toqué el hombro y me miró. Le señalé la pierna. La corrió y volví a tener mi Lebensraum. Dormí un cacho más y llegamos a Chicago.


Pim pum pam y me subí al vuelo hacia Toronto. Llego y paso en dos segundos el control migratorio. Avanzo feliz y de repente venga para acá muchacho: me habían puesto una marquita en el formulario que me describía como sospechoso. Pase por la otra ventanilla. Y ahí fui nomás, a charlar con una regordeta que se meneaba entre la simpatía y el ánimo inquisidor. Me preguntó hasta por la marca de pañales que usé cuando lactante. La cosa es que la convencí o se convenció. Y entré a Canadá. Por la puerta grisácea. No recuerdo un aeropuerto primer mundista peor señalizado que este para llegar al transporte público. En fin. Tras media hora de subir y bajar por las mismas escaleras mecánicas y escuchar un par de veces el mensajeciito de "technical problems" del telefonito de información, llegué al bondi. Que al rato me di cuenta que era uno distinto al que mi anfitriona inicial Tania Samsonova me había indicado por mail. Canejo. Unas paradas y llegué al subte. Arriba. Llego a una de las dos estaciones en las que se puede combinar en todo Toronto. No dicen nada por altoparlantes. ¿Será acá? Me bajo, ma sí. Levanto la vista. Ni un sólo cartel que hable de otra línea. Muchos carteles de buses y tranvías y calles. Todos con el mismo color. Será que hay muchos daltónicos.


Pregunto y me dan las coordenadas para hacer la combinación. Me meto en un pasaje, subo, bajo escaleras y llego. Estación moribunda, vacía, digna de una peli de asesinatos y pandillas. Llega el subte. Me lo tomo. Voy hasta la última. Llego. Ahora me toca otro bondi. Había visto en el mapa y no era lejos. La Tania había dicho que 13:30 pasaba por su departamento. Son 13:15 y no aparece ningún bondi. Casi no hay gente esperando. Recuerdo mi experiencia en Palo Alto, cuando me quedé esperando por un bondi más de una hora a plena luz del día. Mecacho. Veo que hay taxis a la vist5ra. Hay uno gris adelante y atrás unos naranjitas. El gris parece más elegante. Así que voy y hablo con el naranja. A dónde voy. Acá nomás, chango. Todo bien, pero tenés que tomar el de adelante. Ah, sonrío, es que pensé que era más caro. No, seco bien seco, no es más caro. Todos son igual de caros, le faltó decir. Me subo al gris. Le comento lo mismo y me contesta con la mirada. Fea la contestación. Arranca. Zas. 4 dólares de bajada de bandera. Hace unos metros y ya vamos 4,25. Hacemos un par de cuadras y llegamos. 8 dólares. Le pregunto si se deja propina. Me dice que sí, pero que haga lo que quiera. Le dejo 1 dólar. Total: 2,25 para las 2 horas de bondi y subte y 9 para los 3 minutos de taxi.


Bueno, pero llegué. Ahora sí. Humildón el barrio. Humildón el edificio. La dirección es 1509-35. Rara, pensé. Voy al 15. No encuentro el nombre de Tania en la lista de timbres. No encuentro su número de timbre. Entro en pánico. Le pregunto a un pibe que está ahí si hay algún teléfono público cerca. La respuesta, tan obvia como negativa. Mecacho. A los pocos segundos, el chango me pregunta si la llamada es local. Asiento, me presta el teléfono, llamo y...zas, contestador. Tis is Tania, not here. Qué lo parió. Dejo mensaje. Tania, creo que me perdí. Le comento al pibe la dirección. Me dice que claro, que el edificio es el 35 y el departamento el 1509. ¡Ja! Caminos unos metros y llego al 35. Victorioso. Triunfal. Pletórico. Llego, encuentro el número de Tania, toco y...contestador. En el timbre, hay contestador. Y bueh, dejo mensaje. Y me voy afuera a esperar. Lindo día. Y de repente empieza a llover. Pero la puta madre, si estaba despejado. Entro. Hay un lobby. Me siento en el sillón. Hacía bastante que no olía un pis de gato tan exuberante. Deja de llover. En el interín entran y salen como 15 rusos del edificio. Y unos 3 orientales. 5 como mucho. Ahí salió el sól. Yo también salgo. Son casi las dos y cuarto. Tania no llega. Ahí llega. Fin de la historia. Comienzo de mi siesta.